18/5/08

Suzette González-El gatito solitario

   Había una vez un gatito que se llamaba Micifuz y vivía en un albergue para animales en proceso de adopción. Micifuz era un gatito de tres meses de edad, con ojitos de color gris y pelito negro.
   Micifuz llevaba una vida triste porque los otros gatos se burlaban de el, decían que era feo y que nadie iba a adoptarlo porque se decía que los gatos como él atraían la mala suerte. A consecuencia de esto nadie quería jugar con él. El pasaba sus días lamiéndose su carita, sus manitas, en fin todo su cuerpecito con el afán de cambiar de color y a la vez su suerte. Esperaba que alguien llegara y viera más allá del color de su piel y las supersticiones que eso conllevaba. Él pensaba que si él fuera como Garfield, rubio, gordito, pachoncito y con una naricita rosada, entonces también a él lo adoptarían.
   Un día el se despertó lleno de optimismo. Decía que ese día iba a ser su día, que ese día lo iban a adoptar. Se arregló más de lo acostumbrado, prestando especial atención a su carita y sus manitas para poderse ver más radiante que nunca. Las horas pasaron lentamente, gente entraba y salía, gatos iban y venían y él seguía esperando. La tarde se fue y con ella las ilusiones de ser adoptado.


   Al día siguiente Micifuz no quería despertar, estaba deprimido y sus ojos grises denotaban una enorme tristeza. Pensaba tirar la toalla, se sentía frustrado y se preguntaba “¿Por qué no me quieren? ¿Por qué no pueden ver más allá de mi piel?”. Decía “Si a mí me adoptaran, yo no fuera como los otros gatos. Yo no sería egoísta, yo amaría a mi amo incondicionalmente y le sería más fiel que un perro y un caballo juntos”. Pero ese día tampoco tuvo suerte y entonces empezó a creer todo lo que los otros gatos le habían dicho. Entre más tiempo pasaba, Micifuz se iba resignando a la idea de no ser adoptado.
   Pero el día menos pensado, llegó una mujer al albergue y caminó entre los pasillos viendo a los gatos y ninguno le tocó el corazón. Resignada a regresar a casa con las manos vacías, le preguntó al encargado ya casi a la salida si por casualidad tenían un gatito de pelito negro y ojitos grises. Le comentó la señora que lo buscaba porque de niña había tenido un gato llamado Missy que sus papas le habían regalado y era de esas características. El encargado le dijo que estaba de suerte y la llevó hacía Micifuz.
   Cuando Micifuz vio a la señora enfrente de su jaula no lo podía creer y mucho menos cuando ella le empezó a decirle cosas bonitas. Ella le decía “Por fin te encontré, eres exactamente lo que buscaba. Un gatito hermoso, con pelito negro brillante y con ojos grises llenos de amor”. Pero Micifuz, solo se le quedaba mirando con cara de confusión, él no entendía porque ella le estaba diciendo tantas cosas bonitas porque nadie nunca se había expresado así de él, hasta llegó a pensar que estaba soñando. Desp
ués cuando la señora lo tomó en sus brazos y lo llevó a su casa Micifuz se dio cuenta que su máximo sueño se había convertido en realidad. Micifuz al fin tenía un lugar, al cual podía llamar hogar. Allí nunca más volvió a sentirse feo, es más nunca se había sentido tan bello en toda su vida y tan feliz en su piel. Hasta entonces, comprendió que él tenía que quererse y aceptarse como era y no dejar que el color de su piel lo hiciera sentir menos.

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