Hace días que la ciudad nos llamaba enigmáticamente, nos exigía algo, siempre la veíamos, empapada de smog, o reluciente después de una mañana lluviosa. Pero sólo la veíamos, de lejos, distante, ella siempre fría e imponente. No sentíamos que nos pertenecía, no nos sentíamos parte de ella. Siempre deseábamos escapar, la odiábamos, la culpábamos de lo que pasaba en nuestra vida, eso, sin conocerla, sin esculcarla, sólo con verla a lo lejos, sólo porque sabíamos que estaba ahí y que su nombre era el culpable, sí, el culpable de nuestro arribo, de que hubiéramos dejado otra ciudad, tal vez más linda que esta, pero eso creíamos, ya no.
¿Cómo se puede decir que se vive en una ciudad sin realmente conocerla?, sin haberla vivido, ¿Cómo afirmar?, “Sí, yo vivo en Los Ángeles” sin haber rasgado su asfalto, sin haber recorrido sus calles, sin haber conocido sus secretos, sin dedicarle un día sólo para ella, para mimarla, para enamorarla. No cuenta que la veas al pasar desde tu auto, desde la carretera, con el aire acondicionado a todo vapor, las ventanas cerradas y las bocinas retumbando alguna vieja canción de rock. Eso no es suficiente, no puedes dignarte a decir que la conoces; Es pecado, blasfemia, falta de respeto a tu casa, es como escupirle en la cara a tus mejores amigos y al mismo tiempo decir que los quieres, presumirlos y afirmar que son simpáticos y buena onda, que siempre han sido tus amigos, “best friends forever”.
Hay que quererla por lo que es, por esa ciudad que nos ha dado tanto y que nos seguirá dando. No sólo por el trabajo, trabajar en algunos de sus edificios es satisfactorio, te alimenta, pero el hecho de que la ves, que la sientes, que sabes que está ahí, incondicionalmente, que la mencionas cada vez que te preguntan ¿De dónde eres? ¿De dónde vienes?, entonces qué hacer, qué decir. Seguir negándola, decir que es sucia, horrible, que está llena de gente, que el servicio público es pésimo, que el estacionamiento es carísimo, que siempre hay tráfico y que te enfadan las calles de una sola dirección.
¡No!
Recórrela, aprecia sus calles, sus edificios, sus monumentos, su gente. A esa gente que la recorre todos los días sin quejarse. La que trabaja ahí y la ama por ser su sustento diario y también a los que creen que están estancados en esta ciudad sucia, pero que si estuvieran fuera de ella, no estarían cómodos, siempre pensarían en ella, con malos o buenos recuerdos, no importa, la añorarían.
Ella es parte esencial del nombre de nuestro sitio, una ciudad, nuestra ciudad, una universidad, nuestra universidad, las dos palabras las hemos amalgamado, mejor dicho las hemos emparejado, con el único propósito de vivir en las dos, en un mismo respiro, en un solo instante, vivimos en esta, nuestra Ciudad Universitaria. Hay otras universidades que también tienen su nombre, pero eso es lo de menos, esta es la que nos pertenece, la que conoce nuestros nombres, a la que venimos cuatro, tres o dos días a la semana, la que adoramos cuando nos va bien y odiamos especialmente durante la semana de exámenes finales. Unos las han recorrido por ustedes, otros las han poetizado y algunos las han captado a través del lente, a las dos a la ciudad y a la universidad.
Ellas no esperan nada de nosotros. Pero nos hemos dado cuenta, que aunque a la ciudad la sintamos lejana, aunque sólo la veamos después de un día lluvioso. Al haber recorrido sus calles, palpado con nuestras yemas sus edificios, pisado y ensuciado con nuestros zapatos sus callejones, ya no la creemos culpable, ni por haber nacido aquí, ni muchos menos porque el azar nos haya traído a ella.
La universidad por su parte sigue siendo nuestra casa, dentro de la otra casa. Dentro de la más grande, por eso, eso de Ciudad Universitaria, aunque ya haya estadios de fútbol que se llamen así u otras universidades que aclamen el mismo nombre. Nos lo hemos adueñado, lo hemos usurpado, y qué, al igual que los otros lugares, también nos lo merecemos. Así que esta es nuestra Ciudad Universitaria. Te invitamos a que la explores, la camines, la admires y que te enamores de ella, nosotros, por nuestra parte ya lo hicimos,
Hay que quererla por lo que es, por esa ciudad que nos ha dado tanto y que nos seguirá dando. No sólo por el trabajo, trabajar en algunos de sus edificios es satisfactorio, te alimenta, pero el hecho de que la ves, que la sientes, que sabes que está ahí, incondicionalmente, que la mencionas cada vez que te preguntan ¿De dónde eres? ¿De dónde vienes?, entonces qué hacer, qué decir. Seguir negándola, decir que es sucia, horrible, que está llena de gente, que el servicio público es pésimo, que el estacionamiento es carísimo, que siempre hay tráfico y que te enfadan las calles de una sola dirección.
¡No!
Recórrela, aprecia sus calles, sus edificios, sus monumentos, su gente. A esa gente que la recorre todos los días sin quejarse. La que trabaja ahí y la ama por ser su sustento diario y también a los que creen que están estancados en esta ciudad sucia, pero que si estuvieran fuera de ella, no estarían cómodos, siempre pensarían en ella, con malos o buenos recuerdos, no importa, la añorarían.
Ella es parte esencial del nombre de nuestro sitio, una ciudad, nuestra ciudad, una universidad, nuestra universidad, las dos palabras las hemos amalgamado, mejor dicho las hemos emparejado, con el único propósito de vivir en las dos, en un mismo respiro, en un solo instante, vivimos en esta, nuestra Ciudad Universitaria. Hay otras universidades que también tienen su nombre, pero eso es lo de menos, esta es la que nos pertenece, la que conoce nuestros nombres, a la que venimos cuatro, tres o dos días a la semana, la que adoramos cuando nos va bien y odiamos especialmente durante la semana de exámenes finales. Unos las han recorrido por ustedes, otros las han poetizado y algunos las han captado a través del lente, a las dos a la ciudad y a la universidad.
Ellas no esperan nada de nosotros. Pero nos hemos dado cuenta, que aunque a la ciudad la sintamos lejana, aunque sólo la veamos después de un día lluvioso. Al haber recorrido sus calles, palpado con nuestras yemas sus edificios, pisado y ensuciado con nuestros zapatos sus callejones, ya no la creemos culpable, ni por haber nacido aquí, ni muchos menos porque el azar nos haya traído a ella.
La universidad por su parte sigue siendo nuestra casa, dentro de la otra casa. Dentro de la más grande, por eso, eso de Ciudad Universitaria, aunque ya haya estadios de fútbol que se llamen así u otras universidades que aclamen el mismo nombre. Nos lo hemos adueñado, lo hemos usurpado, y qué, al igual que los otros lugares, también nos lo merecemos. Así que esta es nuestra Ciudad Universitaria. Te invitamos a que la explores, la camines, la admires y que te enamores de ella, nosotros, por nuestra parte ya lo hicimos,
¿no te da envidia?
2 comentarios:
Que original tu escrito. Gracias por traernos un poco de la ciudad que habitamos. Ahora si dan ganas de recorrerla
no sé cómo llegué aquí
saludos mexicana
sigue con lo tuyo que lo haces bien
no conozco los angeles
pero no importa
algún día lo haré
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