el jurado afirmó,
"por medio de la metáfora logra hacer de la noche un ser vivo y multiforme, espejo del poeta".
La Noche Sepulta...
La noche sepulta al sol bajo los cerros oscuros.
Una yegua de angustia se desboca por el barranco.
Pálido entre ciénagas de revueltas súplicas.
Mi alma estirada y enferma de turbios alientos.
Fue en la extraña, la vieja y extraña soledad
que la lluvia vagaba su extraviado lamento.
El sueño arrastrado en la perdida hojarasca.
Libre, rodando en el viento del otoño sombrío.
De pronto el cielo acarreaba las nubes lejanas.
La luna hacía blanquear sobre las velas errantes.
Tanta ilusión inmensa venida de golpe.
Hasta que el cielo de pronto volvió su antigua mirada...
¡Pánico de sacudidas montañas! ¡Evacuación
de tormentas! ¡Violento escape de los mares!
Mi vida fue a tu puerta a golpes y gritos de llanto
locamente extraviada entre la muerte de los días perseguidos.
No fue sino el invierno, la fría y amarga tristeza
que esperaba de asalto en su hambriento silencio.
Crucé en el ajeno desvelo de la ausencia profunda.
Me acerqué demasiado al andamio del alba.
Débil en el cuerpo y la angustia devuelta.
Acechado hacia el olvido bajo miradas de angustia.
Grave, desbocado, moribundo, colgado en la cruz de tu nombre.
Clavado entre el amor y la sólida pena de tu alma.
Ah, cómo no arrancar la ira de la historia ardiendo.
Cómo no escupir en ella la cólera del crudo anhelo.
Eras la trémula ansiedad, la sorda ilusión aferrada,
y la palabra blanca teñida por el pecho abierto.
¡Oh los abrazos forzados! ¡Oh las miradas desviadas!
¡Oh la furia combatida en la garganta de un volcán!
Como un ave busqué la cima más atrevida del cielo,
y el cielo atrevido me tumbó de la cima como un ave.
Invasor derrotado. Nocturno derrumbe de incendios.
Sobre ti derribaron las grandes torres del cielo.
Sobre ti sacudían las salvajes cadenas sin cesar
frente a ella con los ojos erguidos de una estatua.
Tiempo desnudo que descubrió las ruinas quemadas.
Fue el temporal desterrando la vida en su enorme revuelo.
Aún detuve la muralla vencida de esperanza.
Aún dejé escapar la sombra del ávido anhelo.
Himnos de luto que en las luchas cerraron el cielo.
Apenas los cadáveres yacen cimentados en el sepulcro.
Ya la niebla abandona el corazón en el crepúsculo
deshabitado como un pueblo de guerras y diluvios.
Evoca mi alma y solloza de pavor en tu recuerdo sangrante.
La noche levanta a todo difunto del cementerio latente.
Una gaviota olvidada atraviesa el cielo vacío.
Invaden ciegas serpientes tras la costa del mar.
¡Ah tirante serpiente! Eres atroz y voraz y bestial
repartiendo noctámbulas medusas feroces.