2/11/08

Jesús Gastelum

Soneto de amor a Elizabeth

Alegre me engalana el corazón de danzantes guirnaldas
fulgureciendo de sublimes figuras con tu sinfonía heroica.
Mariposa orquestal. Prisionera de mis esclavas violetas.
Teñida en el más íntimo extremo de mi alma abismal.

Ágilmente fundiéndome con besos de pasiones salvajes
que en el fondo liberan tu húmeda y ligera fragancia.
Combatida en el violento clima de mis cálidos anhelos,
se rompen en ti las cadenas de la definitiva ansiedad.

En mi tierra sombría tienes la última voluntad:
luminoso lirio de sol que de tu mano soltastes
encendiendo la sed eterna de mis corolas lunares.

Oh, los fuegos perpetuos en que el amor fecunda tu nombre.
Tus místicos brazos se roban la luz a tu inmaculada imagen.
La aurora renace en tu alma y alada se extiende en el cielo.




Amor azul


Mujer, oh madreselva frutal, duelo de crepúsculos,
blanca rosa omnipotente de súbito amor mortal.
Como un tigre de tus brazos que me asalta hasta vencerme
dejándome atado bajo el vivo delirio silvestre.

Del cielo cae una rosa y te parte la boca de fresa.
En mi paisaje lejano surgieron del safiro los manantiales de tu
alegría, y las flores más azules sacudieron sus coronas de sueño.
Eres la aurora que tiñe y encanta las campanas de mi alma.

Ojos diurnos y fugaces que el horizonte
me arrebata sin cesar en el sur fulgurando violento.
Y es tu voz profunda ese mar ausente
hacia donde huyen en vano los ríos de mi amor azul.

Sirena blanca, fugitiva y terrestre.
Submergida tras el eclipse marino con tu misteriosa melodía.
Tienes dos caderas que las olas fueron haciendo bajo el firmamento,
allí se templa y yace la luna que divina en tu sueño escarlata.




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