Por: Stephanie Razo
Recuerdo como si fuera ayer, la navidad del 2005. Y cómo poder olvidarla si fue en esa navidad cuando mi padre me obsequió mi regalo más anhelado: una computadora. Me sentí la mujer más feliz sobre la faz de la tierra. Con esa computadora no sólo iba a poder realizar mis tareas escolares con más facilidad, si no también iba a tener la oportunidad de llevar a cabo uno de mis pasatiempos favoritos en aquel entonces: Chatear. Pero, ¿Que es Chatear?, Chatear es un Anglicismo que significa “charlar”. Actualmente se la llama Chat a la comunicación escrita entre dos o más personas que tiene lugar a través del internet. Y es así, por medio del Chat, como yo solía comunicarme con mis amigos y familiares, con los cuales mantenía conversaciones por largas horas en lo que se conoce como “sala de chat”. En una ocasión en particular me encontraba chateando con mi prima a eso de la media noche, cuando de pronto un extraño se incorporó a nuestra plática. Mi prima decidió abandonar la sala de chat, pero yo estaba tan fastidiada que seguí conversando con ese sujeto. Nunca imaginé que chatear por la madrugada con un desconocido iba a cambiar el resto de mi vida.
Desde la primera vez que chateé con Eduardo, sentí una conexión sumamente especial entre los dos. Parecía como si ya nos hubiéramos conocido en una vida pasada. Desde ese entonces, Eduardo y yo chateamos y hablamos por teléfono casi diariamente por un año y medio, hasta que decidimos que era tiempo de conocernos en persona. Anteriormente nos habíamos mandado fotos para saber cómo lucíamos físicamente pero los dos moríamos por conocernos en persona y tener lo que llamamos una “cita a ciegas”. Por fin, el 7 de octubre del 2006, el día tan anhelado de nuestra cita llegó.
Recuerdo que Eduardo me citó en un parque localizado en la parte superior de unas montañas. El paisaje era hermoso ya que a la altura donde se encontraba este parque se podía apreciar la hermosa ciudad de Los Ángeles en todo su esplendor. Decidí llegar un poco antes de la hora acordada y esperar en aquella banca por el hombre que por más de un año compartió con migo y se hizo parte de mi vida. La espera se hacía eterna, los minutos parecían horas, pero dentro de mi desesperación, el hermoso panorama que tenía a mis pies, aquella increíble vista y el sonido de las hojas de los árboles moviéndose con el vaivén del viento, amenizaban un poco mi espera. Cuando me encontraba en aquella banca del parque, contemplando mí alrededor, repentinamente sentí una mano tocando mi hombro izquierdo. Era él, era Eduardo. Voltie, y no podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Era impresionante, mucho más de lo que yo esperaba. Era tan guapo y apuesto como el galán de la telenovela favorita que sintoniza mi madre todas las tardes. Era simplemente el hombre de mis sueños, lo cual me provocó pararme de la banca donde estaba sentada y correr a abrazarlo.
Al momento de sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo sentí como si el tiempo se hubiera detenido, me posé en una dulce nube dando paso a un maravilloso sueño del cual no quería despertar. Cuando nos separamos de aquel abrazo y pude ver el verde de sus ojos reflejándose en los míos, sentí mi corazón latir tan fuerte como si quisiera salirse del pecho. Pude experimentar esa revolución de mariposas invadiendo mi estómago, y una voz interna viniendo de mi alma me gritaba que me había enamorado. En ese momento no existía nadie más sobre la fase terrestre. Éramos sólo Eduardo y yo en aquel parque. Ese precioso parque que fue y seguirá siendo testigo de aquel mágico encuentro con el amor de mi vida.
Después del día de nuestra cita Eduardo y yo nos seguimos viendo unas cuantas veces hasta que tuve que confesarle mis sentimientos de amor hacia él y el lugar tan especial que ocupaba en mi corazón. Mi corazón se partió en mil pedazos cuando al dejarle saber que estaba enamorada de él su respuesta fue que él también se había enamorado de mí, pero que él no creía en las relaciones de novios a larga distancia y no estaba dispuesto a intentar un noviazgo conmigo. Con todo el dolor de mi ser decidí dejarlo ir y aprender a olvidarlo.
Hasta el día de hoy pienso como aquella cita a ciegas marcó mi vida. Esa cita con alguien que conocí por internet en el día y la hora menos esperada. En la actualidad puedo decir que estuve enamorada de una persona que vi unas cuantas veces en mi vida pero que por años compartimos infinidad de experiencias y emociones por medio de la computadora. Han pasado más de cuatro años desde que conocí a Eduardo por internet y aunque hoy en día no sepa más de él, nunca olvidaré que gracias a esa computadora y a chatear, tuve la cita a ciegas más especial de mi vida.
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